domingo, 5 de septiembre de 2010

Tom: Las aventuras de un pulpo escrita con su tinta


Había una vez un pulpo llamado Tom. Era el más llamativo de todos los pulpos de su familia. Tenía largos tentáculos que se extendían a lo largo del agua con un tono morado brillante, adornado con manchas rosadas y verdes. Además de todas las características físicas, Tom era el más amable y cordial de todos los pulpos del Océano Pacífico. El pulpo viajaba cada día junto a su familia, y, tras varios  meses de viaje, llegaron a Colombia donde conocieron a otra familia de pulpos muy amables que los acogió, con los cuales compartieron varios días.
Uno de esos días ellos estaban disfrutando del mar, cuando a lo lejos vieron que se acercaba un barco, en el que venían unos marineros con sus mascotas, unos micos ladrones. Ambas familias de pulpos tenían un cofre de reliquias y los micos los vieron. Tom le dijo a ambas familias que se alejaran del barco. Sin embargo, los micos se sumergieron a robar los cofres, porque sabían nadar, pero Tom no podía permitirlo; entonces nadó hasta la playa y contactó al elefante Rosado, que era conocido por ser el mejor policía de la zona. Rosado llevaba casi toda una vida trabajando para la policía del Amazonas. Entre Tom y Rosado emprendieron un plan para darle captura a los micos ladrones.

Tuvieron que atravesar casi toda la selva preguntando e indagando acerca de estos malhechores. En el camino, Tom conoció a una linda pulpa la cual, por un maleficio de una bruja, había sido condenada a vivir en el agua de los ríos del Amazonas, privándola de la belleza y compañía del océano. Tom se enamoró perdidamente de la pulpa, cuyo nombre era Juana. Todo marchaba bien en su relación; pero ¡já! Como no todo es felicidad, un día decidieron ir a la playa porque tenían que comprar unas cosas para el matrimonio.
Sin embargo, para la despedida de soltero, Tom se fue para un burdel donde conoció a unas gatas bitches las cuales eran muy vagabundas, y le dijeron: “Uy papi, quien fuera cazuela para tenerte nadando en mi”; el pulpo, casi cede ante las felinezcas proposiciones, pero llegó Rosado, con su acento colombiano, y le dijo: “Parcero, ¿cómo le va a hacer eso a Juana?” y Tom reflexionó y salió del burdel para la iglesia donde contactó al sacerdote Pingüi para que lo casara con Juana. Pero, durante la boda, Juana, aún con su maleficio, dio el “Sí, acepto”, y cayó sin vida entre los tentáculos de Tom, pues si aquella maldición no se quitaba antes de unirse en matrimonio, su vida se apagaría…

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