jueves, 25 de noviembre de 2010

CASO CLÍNICO UNIQUINDIO

ESCRITO POR: Sebastián Peláez García
Alumno Universidad del Quindío, Medicina 2010


TUMOR CEREBRAL: CASO DE MUERTE REAL

Rodrigo Peláez, un caso clínico de cáncer cerebral en la región occipital y sus complicaciones. 

El cáncer es uno de los mayores problemas epidemiológicos a nivel mundial, ocupando uno de los mayores lugares en morbi-mortalidad en todos los continentes; el cáncer cerebral es un tipo de tumor maligno, que dependiendo de su naturaleza puede o no ser agresivo y tiene la capacidad de realizar metástasis, característica propia de casi todas las neoplasias, exceptuando pocos casos, como ciertos tumores del sistema nervioso central. Rodrigo Peláez Hurtado, de 62 años de edad, procedente de Cartago, Colombia, fue diagnosticado con cáncer cerebral en el lóbulo occipital derecho hacia abril de 2008. Su tratamiento fue manejado con radio y quimioterapias durante los primeros 2 años de la enfermedad; también fue sometido a 2 neurocirugías con el fin de retirar el tejido neoplásico. Sin embargo, no fue el tratamiento médico como tal el que le alargó la vida, sino el tratamiento con medicamentos alternativos a base de veneno de escorpión azul, traído desde Cuba, pues las cirugías convencionales, a largo plazo, le generaron hemiplejia de la región izquierda; además, la radiación le ocasionó hidrocefalia a causa del daño producido a las válvulas cerebrales; no obstante, las complicaciones fueron mayores que los beneficios y el paciente murió hacia abril de 2010. 

Entrando en materia, Rodrigo Peláez Hurtado, paciente de 62 años procedente de Cartago, vivía con su esposa en la zona urbana de la ciudad, en su casa propia y alcanzó a culminar estudios en el nivel de bachillerato. El hallazgo inicial fue incidental; la actividad física que realizaba en esos momentos ayudando en las labores domésticas en su finca, en zona rural de Cartago, fue el ambiente propicio para golpearse accidentalmente la cabeza, lo cual desencadenó una serie de eventos a los cuales inicialmente se le atribuyeron síntomas como desorientación y confusión. Sin embargo, con el pasar de los días, y diferentes pruebas diagnósticas, se llegó a la conclusión de la existencia de una masa en el cerebro causante de las molestias. 

La sintomatología inicial fue progresivamente de leve a severa, por lo que necesitó intervención médica; al principio, el paciente solo refería malestar general, mareos, cefaleas, nauseas, pero posteriormente evolucionó a síntomas que comprometían el sistema nervioso central, en la región encefálica. Fue entonces cuando, al acudir al personal médico hacia mayo de 2008 del Hospital Sagrado Corazón de Jesús de la ciudad de Cartago, se le realizó una Tomografía Axial Computarizada (TAC) (Figura 1), se descubrió una masa en la región occipital derecha, la cual, después de realizarle varios exámenes, se diagnóstico como cáncer. El pronóstico inicial fue algo prometedor, pues al localizarse en esta sección, y por la naturaleza del mismo, no tenía capacidad de realizar metástasis, por lo que se vio aislado sólo a su sitio de origen; pero lo anterior también planteó un problema: el tumor se localizaba en un punto vital, y cada vez que crecía más y más, comprometía estructuras necesarias para el funcionamiento del organismo, por lo que se tuvo que operar en más de una ocasión para retirar la masa que causaba cada vez más daño, por lo cual el pronóstico cada vez se fue complicando más y más, tornándose de, inicialmente bueno, a malo. 

Figura 1. Tomografía Axial Computarizada en donde se muestra tumor en la región occipital del cerebro.

Posiblemente el tumor como tal se haya creado por una predisposición genética, aunque, en contraste a esto, el paciente no refería antecedentes de neoplasias malignas en sistema nervioso central en su familia cercana. Pero, para corroborar la tesis de que no necesariamente los tumores primarios del sistema nervioso tienen predisposición genética, Uribe, Arana y Lorenzana (2010) afirman que “sólo un 5% de los pacientes con tumores primarios tienen síndromes genéticos”, y además, aseguran que “en los gliomas pueden jugar algún papel el contacto con petro o agroquímicos, radiación, consumo de nitrosaminas, el gas radón y las ondas electromagnéticas”. En el caso de Rodrigo, no se presentaban antecedentes importantes, o al menos que fueran descritos, de ninguno de los anteriores acontecimientos; sin embargo, puede que en algún momento de su vida haya estado expuesto a estos, lo que pudo ocasionar el desarrollo del tumor. Claro está que, simplemente se plantea como una posible hipótesis. 

Ahora bien, según Mitchell, Kumar, Abbas y Fausto (2007), en el caso de los tumores cerebrales, “la capacidad para extirpar la neoplasia quirúrgicamente puede verse restringida por características funcionales y anatómicas”. Además, en cuanto a patrones de crecimiento y patrones de diseminación, se afirma que la mayoría de gliomas se comportan como malignos, sin importar su corte histológico e invaden grandes regiones del cerebro. Sin embargo, rara vez hacen metástasis fuera del sistema nervioso central, incluso en los más agresivos. Lo anterior, en el caso del paciente estudiado, fue totalmente acertado, pues el tumor original no realizó metástasis pero la zona de compromiso a nivel nervioso le causó muchas disfunciones fisiológicas y a la hora de realizar la neurocirugía.

Sin embargo, no sólo en cuestión de la fisiopatología de la enfermedad como tal radica el problema. El tratamiento farmacológico y en este caso específico, la exposición a radiación, principalmente, fueron los desencadenantes de las complicaciones más graves del paciente. Tanto así que Fauci, Kasper, Braunwald, Hauser, Longo, Jamerson y Loscalzo (2009), revelan la importancia de la sintomatología del paciente tratado con esta terapia, resaltando el deber del médico durante el proceso. A pesar de esto, afirman que “lo más probable es que las víctimas que lleguen al hospital quejándose de vómito, debilidad extrema, nausea, diarrea o convulsiones no sobrevivan a pesar de que se les aplique medidas de apoyo”. 

Lo anterior no significa del todo que el tratamiento contra el cáncer esté mal aplicado; todo lo contrario, se ha demostrado una gran mejoría en los pacientes con cáncer al ser expuestos a dichas terapias y un notable alargamiento en su tiempo de vida. No obstante, la calidad de vida del paciente como tal sigue siendo preocupante. Las terapias con fármacos citotóxicos están en su mayor auge, prescribiéndose en gran parte de los pacientes con neoplasias malignas, pero como afirma Brunton (2007), “si bien creció la variedad de sus aplicaciones, pocos medicamentos tienen un índice terapéutico más estrecho y mayor posibilidad de causar efectos secundarios”. Lo anterior se traduce en las reacciones adversas ocasionadas, ya no sólo por la radiación y exposición a ella, sino a la quimioterapia como tal, causando daños irreversibles en el organismo del paciente. 

Como referentes podemos tomar otros casos clínicos de la misma patología o enfermedades similares; por ejemplo, un caso clínico presentado en Barcelona, España, de un paciente de 42 años con historia breve de trastorno de la marcha y cefalea; la resonancia magnética cerebral mostró una lesión de unos 4 cm de diámetro, sólida y quística, con edema, en hemisferio cerebeloso derecho. Su impresión diagnóstica fue neoplasia cerebral; se realizó neurocirugía de extirpación y se logró extraer un Glioblastoma multiforme con p53 positiva; p53 es un gen que ayuda a detener el crecimiento desordenado de las células, al ser un freno en el ciclo celular, en la fase G2-M, de manera previa a la mitosis. Como acotación final, el tratamiento inicial es quirúrgico pero las supervivencias son cortas a pesar de la radioterapia y del uso de nuevos quimioterápicos como la Temozolomida.

En otro caso aproximado a la región y enfocado de una manera diferente, tenemos a un paciente masculino de 34 años, de procedencia rural de Pereira, Colombia, de ocupación cocinero, el cual aproximadamente 14 años antes a su ingreso inicia cuadro de percepción de olores desagradables, seguido de contracción tónica de los dedos de la mano izquierda con progresivo ascenso por todo el miembro hasta el hombro del mismo lado, al llegar a la cara, además sufría pérdida del conocimiento, seguido de contracciones tónico–clónicas generalizadas breves, sin relajación esfinteriana, recuperando la conciencia en un plazo de tiempo no mayor de 5 a 6 minutos, no recordando lo sucedido, quedando luego sensación de cansancio y somnolencia, con cefalea frontal de moderada intensidad que se presentaban con una frecuencia aproximada de 1 vez por mes. Desde sus inicios se diagnosticó como epilepsia y recibió tratamiento con fenobarbital, sin variaciones de sus características iniciales; mantuvo esta terapéutica por espacio de 4 años suspendiéndolo sin prescripción médica; además se recoge el antecedente de trauma craneal en región occipital sin pérdida de conocimiento, al lanzarse desde un paracaídas en el año 1991. El diagnóstico final fue un meningioma en región occipital, y su tratamiento fue netamente quirúrgico seguido de radioterapias progresivas, concluyendo con la curación total del paciente. 

No obstante, no todos los casos se presentan solamente bajo los mismos parámetros; como ejemplo a esto, tenemos el caso clínico de una niña de 7 años, originaria de Monterrey, México, cuya sintomatología inicial fue pérdida de la memoria y convulsiones intermitentes; al examen físico presenta equimosis periorbitaria bilateral, y personalidad irritable. La impresión diagnóstica inicial fue tumor de base de cráneo y maltrato infantil, sin embrago, se realizan exámenes paraclínicos, en los cuales, los datos positivos se presentaron al realizar el mielograma que mostraba celularidad normal, 90% de células mononucleares con escaso citoplasma, sin nucleolo, cromatina laxa, algunos en acúmulos celulares, compatible con infiltración de células de neuroblastoma, y se halla masa a nivel de base de cráneo y las órbitas por medio de TAC (Figura 1); con estos exámenes se diagnostica neuroblastoma, el cual se origina de las células primordiales de la cresta neural que durante la embriogénesis migran para formar la glándula suprarrenal y los ganglios simpáticos del sistema nervioso simpático; pueden presentarse en cualquier sitio del sistema nervioso simpático, con inclusión de cerebro, cuello, mediastino, pelvis ganglios simpáticos paraaórticos y glándula suprarrenal. La patología se trató con cirugía, quimioterapia y radioterapia. Sin embargo, la paciente no logró sobrevivir al tratamiento.


 Figura 1. TAC que muestra una imagen hiperdensa retroorbitaria que causa protrusión del globo ocular.

Concomitante con lo anterior, cabe reasltar entonces que la mortalidad por tumores cerebrales representa el 2,4 % de las muertes por cáncer en EEUU; en niños es la segunda causa específica de muerte. En nuestro país, durante el año 2001 se registraron un total de 191.513 defunciones en Colombia, de las cuales 115.573 (58.6%) eran hombres, para una razón de 1.52 por cada mujer. Por tanto, epidemiológicamente, es un problema grave de salud pública asociado a trastornos crónicos.

En el estudio de 2001, último estudio certificado de la defunción por cáncer en el país, en total se encontraron 28.279 registros de personas muertas por cáncer como causa básica, que representan el 14.7% de todas las muertes en el país y una tasa de 65.7/100.000 habitantes, cifras muy similares a las del año anterior (Figura 2). Al respecto del género, la situación fue la siguiente: en los hombres, se registraron 13.940 fallecimientos por cáncer, representando el 12.1% de todas las muertes y una tasa de 65.4/100.000; mientras que en las mujeres el número de fallecimientos por cáncer fue de 14.339, que son el 18.9% del total de muertes y una tasa de 66/100.000, cifras también muy similares al año anterior. No obstante, para estadísticas prácticas con relación a resultados, se compararán también los datos arrojados en los estudios realizados desde el año 1985 hasta el año 1999.

Sin embargo, en el estudio epidemiológico por grupos de edad hacia el año de 1999 (Tabla 1), se demostró que la edad que más representa un aumento en el número de casos presentados es a partir de los 40 años. No obstante, dicha tendencia aumenta directamente proporcional a la edad; es decir, aunque hay una baja en algunos grupos de edad, como el de 45 a 49, se nota una elevada tendencia a la mortalidad por neoplasias en los pacientes en los grupos más etarios; además, como se muestra también en la Gráfica 1, el sexo tiene un papel epidemiológico clave a la hora de presentar la enfermedad, en el cual se muestra una mayor tendencia a la patología en hombres. En el caso de Rodrigo, que se encuentra en el rango de 60 a 64, hay una tasa de mortalidad por habitantes de 4,64, lo que indica una alta probabilidad de padecer esta enfermedad y morir a causa de ella, lo que se considera como factor de riesgo importante en la patología que sufrió. 


Tabla 1. Estudio epidemiológico de mortalidad por cáncer hasta 1999 por grupos de edad. 


Gráfica 1. Se aprecia un aumento de la tendencia a la mortalidad por tumores malignos primarios del encéfalo tanto en hombres como en mujeres.

Con todos los datos anteriores podemos entonces concluir varios aspectos claves: por la localización inicial del tumor, fue muy difícil extirparlo o suprimirlo totalmente, lo que complicó mucho más el tratamiento, desencadenando finalmente en la muerte. Sin embargo, creo que si el tratamiento hubiese estado enfocado desde un principio hacia la alternativa farmacológica del medicamento a base de escorpión azul, las cosas se hubieran podido tornar algo diferentes. No estoy diciendo que no se debe tener un seguimiento de medicamentos que sirvan y sean efectivos contra el cáncer en un paciente de este tipo, como son las quimioterapias y radioterapias; sin embargo, con la evolución positiva que tuve Rodrigo al consumir este medicamento, es una prueba bastante diciente de la efectividad del mismo. Al fin de cuentas, la medicina tradicional, en este caso aislado, aunque sé que en muchos más casos pasa igual, produjo muchos más problemas de los que ya habían en el momento, lo que en verdad nos pone a cuestionar la acción de dichos tratamientos.

Sin embargo, es apenas obvio que cada paciente es un caso aislado y específico, y las patologías, por comunes que sean, deben ser tratadas de diferentes formas conforme a las necesidades del paciente. Cabe poner en tela de juicio entonces la verdadera finalidad del tratamiento citotóxico frente a algunas patologías, y si en algunos casos pudiera hacer más daño del que ya está establecido, como es el caso de Rodrigo Peláez, el paciente estudiado.

BIBLIOGRAFÍA

·         Brunton, Laurence (2007). Goodman y Gilman Las Bases Farmacológicas de la terapéutica. México D.F. McGraw – Hill Interamericana Editores. 11° edición. Página 1315. 

·         Fauci, Anthony; Kasper, Dennis; Braunwald, Eugene; Hauser, Sthepen; Longo, Dan; Jamerson, Larry; Loscalzo, Joseph (2009). Harrison Principios de Medicina Interna. México D.F. McGraw – Hill Interamericana Editores. 17° edición. Vol. 1. Página 1364.

·         Mitchell, Richard; Kumar, Vinay; Abbas, Abul; Fausto, Nelson (2007). Robbins y Cotran Patología Estructural y Funcional. Elsevier España, S.A., Madrid 7° edición. 

·         Uribe, Carlos, Arana, Abraham, Lorenzana, Pablo (2010). Fundamentos de Medicina: Neurología. Corporación para investigaciones biológicas, CIB. Medellín. 7° edición. Página 611.